Mostrando entradas con la etiqueta violencia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta violencia. Mostrar todas las entradas

lunes, 16 de diciembre de 2019




La costumbre de quedarse callado


“Si no soy yo, ¿quién? Y si no es ahora, ¿cuándo?”
-Emma Watson, 2014.
Toda nuestra vida hemos escuchado de derechos humanos, de respeto, de valor y de dignidad; crecimos escuchando que todos somos diferentes pero que eso es algo bueno, que enriquece a nuestra sociedad, que colorea al mundo y que nos ayuda a practicar la tolerancia; nos vendieron la idea de que la empatía es latente y de que la justicia siempre encuentra su camino. La realidad está muy lejos de esta idea. En la sociedad actual encontramos problemas tales como el machismo, la homofobia y el racismo que no hacen más que demostrarnos lo equivocada que es la imagen de la sociedad que se nos enseñó.

A través de este escrito invito a los lectores a adoptar una perspectiva crítica sobre estos problemas, a mirar la parte incómoda, a ver la parte oscura, a conocer a aquella mujer violentada, a aquella comunidad segregada y a aquella raza discriminada. Invito a empatizar y sentir la verdadera injusticia en la piel de otro, a percibir el miedo de aquellos que son humillados, a entender la causa de todos esos suicidios, maltratos y abusos que son resultado de los problemas sociales antes mencionados.

Muchos son los casos de discriminación que vemos a diario, que escuchamos constantemente y que vivimos de forma seguida, casos de personas que han sufrido violencia, humillación e incluso la muerte debido a la costumbre que tenemos de quedarnos callados ante la injusticia, ante la falta de humanidad; gente que sufre porque, como sociedad, hemos permitido que se vulnere a ciertos grupos, que se margine a los diferentes, que sus derechos no sean reconocidos, hemos permitido que se considere menos humanos a aquellos que no se ven como nosotros, que no aman como nosotros, que no sienten como nosotros. Hemos renunciado a nuestra empatía y sensibilidad porque al hacernos ver la realidad y al sacarnos de nuestra burbuja, nos hacen sentir incómodos. Seguimos las ideologías “predeterminadas”, nos basamos en dogmas sin sentido para juzgar, renunciamos a nuestro pensamiento crítico y nos refugiamos en la ignorancia para buscar una paz falsa. Pero al hacer esto… ¿Qué pasa con aquellos a los que dejamos solos? ¿Cómo le pesa nuestro silencio a la mujer que fue violada porque un hombre consideró que su cuerpo no era nada más que un objeto de placer? ¿Cómo le pesa nuestro silencio a la persona homosexual que ya no puede sentir nada más que miedo por la familia que lo rechaza? ¿Cómo le pesa nuestro silencio a la persona indígena a la que no se le brinda la oportunidad de superarse a través de una educación de calidad? Edmund Bunke dijo “Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”. 

“El mundo se sostiene en los puños de aquellos a los que les gusta romper cosas” (Anónimo). Con esta frase invito a todos los lectores a reflexionar sobre aquellos que han sido considerados rebeldes, quienes escribieron la historia y cambiaron el rumbo de la vida, aquellos que entendieron que el silencio no era una opción, personas como Miguel Hidalgo que luchó por la libertad, como Rosa Parks que no se bajó del autobús, como Virginia Woolf que se atrevió a escribir, como Sylvia Rivera que lanzó el primer ladrillo. Personas que deberían ser un ejemplo para nosotros porque se atrevieron a usar su voz siendo conscientes de las consecuencias que esto podría traerles.

Para concluir quiero hacer mención de una de las grandes realidades que enfrentamos en la actualidad; el mundo es un lugar muy ruidoso, y por eso mismo, solo se escucha a quien grita más fuerte.

Guido Canto Escalante.
Alumno de segundo año de preparatoria.

lunes, 1 de abril de 2019

La guerra en nuestros corazones



La guerra en nuestros corazones


“La bondad es la única inversión que nunca falla”.
-      Henry David Thoreau
Dolor y temor, son sentimientos que podemos percibir día a día en nuestra sociedad; el simple hecho, de poner un pie fuera de nuestros hogares, significa entrar en contacto con cientos o miles de distintas historias, en las que predominan sentimientos tales como la ira, el rencor, la tristeza o la desesperación.

Con observar, es suficiente para darnos cuenta de la tragedia, de historias de millones de niños y niñas en las calles, vendiendo artículos como chicles o paletas, en lugar de estar preparándose académicamente; señores o señoras que viven en situaciones de calle, los cuales, muy probablemente son el padre, la madre o el abuelo de alguien y que a pesar de ello, al día de hoy, pasan sus vidas solos por las avenidas y las calles de las ciudades, sin saber a ciencia cierta, qué les deparará el mañana.

Finalmente, nos encontramos con mucha, pero mucha gente, que vive situaciones de violencia, a la luz de nuestros ojos, prestando atención, puedes entender que en más ocasiones de las que te imaginas, eres testigos de agresiones violentas y de maltrato en familias, noviazgos o hasta en las mismas amistades.

A pesar de la complejidad de estas circunstancias, el problema no termina ahí, para razonarlo, de una manera más clara, mi pregunta es, ¿por qué muchas veces, al observar estos fenómenos en nuestra vida diaria no hacemos nada para cambiarlo?

En realidad, puede haber mil respuestas para esta pregunta, pues considero que por lo menos la mayor parte de las personas entendemos que, en primer lugar, no es nada fácil acercarte a un extraño a hablarle si quiera, además de que en la mayoría de las ocasiones, uno mismo está buscando la subsistencia propia y de su familia o nos encontramos con ideas tales como, “¿por qué me voy a meter?, es su problema”:

Estas son posturas que si bien, son totalmente entendibles, dificultan el avance de nuestra sociedad, ya que son estas ideas o premisas las que nos impiden acercarnos a nuestro prójimo y brindarle la ayuda que necesita.

Cómo no nos hubiera encantado, que en esos momentos de dificultad, hubiera habido alguien que nos ayudará, que hiciera una pequeña obra por nosotros y sin embargo, muy probablemente, en su momento, nadie lo hizo, nadie se armó de valor para ayudarnos en esa dificultad, pero en esta ocasión,  nosotros, si así lo decidimos, podemos ser el cambio que una persona necesita para continuar con su lucha. 

Sé que no es algo fácil, pues vivimos en un mundo muy complicado, en donde las relaciones son difíciles y la gente confía cada vez menos, es esta guerra en nuestros corazones, que ya lo tiene cansado, sin ganas de luchar y en conflicto con las circunstancia de la vida. 

Es esta guerra interna, la que nos impide creer y amar a las personas con toda la capacidad que tenemos, es esta la que nos trae el temor, el hecho de rehusarse a querer y a proteger a aquellas personas que aunque no conozcamos, guardan un lugar de respeto y de valor en nuestro corazón, por el simple hecho de ser personas.

Así que, el día de hoy los invito, no a que pensemos que debemos revolucionarnos y modificar completamente nuestro estilo de vida; no digo que esto deba ser así, simplemente, invito a que el día de mañana, podamos ver en cada día una nueva oportunidad de amar y respetar a las personas que más lo necesitan, te invito a que cada día, vivas este sentimiento de paz, de ternura y de cariño, que nos brinda el saber, que hay una esperanza en el mundo y que podemos ser nosotros los actores que contribuyan a que esta idea de ayuda y contribución, deje de ser un sueño y se convierta en una nueva realidad, en la realidad de una sociedad de respeto, de trabajo y de amor por nuestros sueños.


“Sé el motivo por el que alguien sonríe. Sé la razón por la que alguien se siente amado y cree en la bondad de las personas”. 

-      Roy T. Bennett

Christina Reyes Cantú 
Alumna de 2o año de preparatoria


lunes, 6 de noviembre de 2017

Detrás de la violencia e inmoralidad

La violencia no es solo matar a otro. Hay violencia cuando usamos una palabra denigrante, cuando hacemos gestos para despreciar a otra persona, cuando obedecemos porque hay miedo. La violencia es mucho más sutil, mucho más profunda.
-Jiddu Krishnamurti

El ser humano es frágil por naturaleza. En este reino animal nuestra única arma realmente fuerte es la mente y, como cualquier otra arma, debe ser forjada de manera inteligente. Desafortunadamente, en nuestra sociedad no es suficiente la atención que se le pone a este hecho y mucha gente al no saber defenderse reacciona a la violencia de formas inapropiadas.


¿Qué impulsa a un ser humano a hacerle daño a otro? Existen muchas razones, y entre ellas, considero que una de las más importantes es la incorrecta formación que reciben los seres humanos en la etapa de desarrollo más importante: la infancia.


En este contexto, quiero definir la violencia como la agresión hacia una persona o hacia algo, siendo así este concepto partícipe de acciones inmorales que una persona puede tomar como base de resolución de un problema, mismas que engloban ataques físicos y psicológicos, engaños, amenazas y despojo de características propias de un ser humano saludable. Por ejemplo, en más del 60% de los casos el abuso se comete a través de engaños o amenazas. ¿Por qué dentro de una familia una persona decidiría abusar de otra? Lo lógico es pensar que porque “sólo estaba jugando” o “así nos llevamos” pero, ¿será realmente cierto? En mi opinión, no lo es. Existe un acontecimiento detrás de ese acto violento e inmoral que inconscientemente impulsó a la persona a cometer dicha acción. Si a ti te enseñan a no robar billeteras, muy probablemente no las robarás, porque te enseñaron que es incorrecto y el dinero de ahí no te pertenece. Si no te lo enseñan, es muy posible que en otro lado escuches que robar es algo malo, pero no conocerás todas las implicaciones que ese acto tiene y por qué no debes hacerlo. Hay una frase que dice: “Es más fácil hacer el mal que el bien”, ¿y saben por qué? porque el ‘bien’ deben inculcártelo.


Quiero enfocar esta parte en el desarrollo que recibe niño en la infancia. Según datos de la UNICEF, 7 de cada 10 niños de 2 a 14 años de edad en el mundo sufren algún tipo de violencia de sus cuidadores. En la mayoría de los países los adultos han recibido poca o ninguna educación y tienden a creer en la necesidad del castigo físico. Se ha comprobado que los niños que han sido objeto de abusos graves o de abandono tienen un desarrollo inadecuado, dificultades de aprendizaje y desempeño escolar, bajos niveles de autoestima, sufren depresión y pueden adoptar conductas de alto riesgo y comportamientos autodestructivos. Esto repercute en su futuro como individuos de la sociedad, ya que al haber tenido una infancia negativa y carente de valores y afecto, repiten lo aprendido, y lo aprendido en mayoría no fue bueno. Tomemos como referencia a Merry Bell. Esta joven pasó una infancia muy dura ya que sus padres no supieron educarla bien. Su padre era un criminal que había sido arrestado en numerosas ocasiones por robo con intimidación. La madre de Merry era una mujer de compañía, y ella afirmó que su madre la obligaba a participar cuando estaba con un cliente desde los 4 años. Aquellas acciones pueden desencadenar características negativas que florecen después en la personalidad de un ser humano, en este caso la de Merry Bell, ya que gracias a lo que aprendió, a los 10 años asesinó a dos niños de su escuela. ¿Por qué los habrá matado? Puede ser una pregunta muy controversial, ya que se diría que fue por problemas mentales pero, ¿qué desencadenaron esos llamados problemas mentales? ¿Fue por la educación que le dieron sus padres o por una enfermedad psiquiátrica? Si bien es cierto que diferentes enfermedades psiquiátricas propician comportamientos como éste, cosa que requiere atención especial y cuidados como cualquier otra enfermedad, lo que aquí quiero destacar es mi planteamiento principal: educar a tu hijo con ideas inmorales, tratarlo sin cariño, aplicar castigos severos o incluso abusar física y psicológicamente de él, repercutirá en su personalidad futura, convirtiéndolo la mayoría de las veces una persona que se vuelve un problema para la sociedad. No quiero sonar despectiva, ni afirmar que todos los niños que son maltratados en el futuro serán malas personas. Además, no es que sean malas personas, es que no conocieron lo que significa ser alguien bueno.


Para profundizar y crear un espacio de reflexión, replantearé la pregunta inicial: ¿Qué impulsa a un ser humano a hacerle daño a otro? Muy probablemente los ideales con los que fue formada su personalidad. Si vivió en un ambiente donde los conflictos se resolvían a golpes, en teoría él resolverá sus problemas de la misma manera. Si le enseñaron que con mentiras se consigue lo que se quiere, quizás se vuelva corrupto. Es un planteamiento en el que quiero expresar que la forma en la que se educa a una persona en su infancia puede definir por completo la persona en la que se convertirá en el futuro. ¿Se han preguntado de qué manera tuvieron que criar a Adolf Hitler para que iniciara el Holocausto? ¿O cómo fue la infancia de todos aquellos que deciden bombardear Israel?


Creo que los niños deben crecer creyendo en el bien por el bien mismo, porque ser una buena persona es mejor, es agradable y cómodo. Si son bien tratados probablemente así lo aprenderán y percibirán. No podemos corregir a las personas que ya fueron o son ‘malas’, pero lo que sí podemos hacer es educar con paz y amor a las futuras generaciones, ya que esto nos ayudará a crear una sociedad más saludable, a evitar otra Guerra Mundial, a reducir las tasas de suicidio y homicidio, a eliminar la discriminación, el racismo, la corrupción y el terrorismo. Nos ayudará a trascender.


Como todos dicen: “sé el mejor ejemplo a seguir”.



Carol Pamela Martínez Williams
Estudiante de 3ro de preparatoria

miércoles, 11 de octubre de 2017

También por Feliciana…

El pasado domingo 17 de septiembre en varios estados del país incluido Yucatán, las mujeres salieron – otra vez – a las calles a expresar su indignación, en esta ocasión fue con motivo del feminicidio perpetrado en contra de Mara Castilla por un chofer de Cabify. Mientras recorrían las calles gritaban ¡Nos están matando! hasta que las lágrimas y la rabia les ahogaban la garganta.

Sin embargo, la violencia no se detiene. El domingo pasado Feliciana A. fue asesinada por su pareja a balazos en la vecina comisaría de Komchén, los medios de comunicación hablan de “crimen pasional” pero no de FEMINICIDIO ¿es tan invisible la estructura opresora que el machismo mantiene sobre las mujeres en nuestro país?

El caso de Mara, como otros tantos en el país, al volverse mediático generó una vorágine de opiniones en mesas de conversación y redes sociales. Unas exigiendo justicia para la víctima y su familia, otras reclamando la inseguridad que viven las mujeres en este país, algunas más cuestionando qué hizo ella para colocarse en esa situación de riesgo y, por último – pero no escasas – aquellas que exigen “piso parejo” para los hombres cuando se trata de temas de violencia.

De esta última corriente de opiniones surgen ideas como “No todos los hombres matan” “Nuestra vida también vale” “Los hombres también sufrimos violencia” “Si se trata de igualdad ¿Por qué no hay delito de hombricidio?”. Claramente estas opiniones, a veces sin mala intención, parten de un desconocimiento de la realidad social que vivimos.

En una publicación realizada en noviembre del año pasado, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía informó que 63% de las mujeres mayores de 15 años declaró haber padecido algún incidente de violencia, en el período de un año 9.8 millones de mujeres mayores de 15 años fueron agredidas física, sexual o emocionalmente por su pareja, 32% de las mujeres han padecido violencia sexual en algún momento de su vida; entre las mujeres jóvenes de 15 a 29 años, el 10.0% de las defunciones registradas en 2015 fueron por homicidio, en promedio se estima que entre 2013 y 2015 fueron asesinadas siete mujeres diariamente en el país; asimismo, se registraron 2,355 homicidios a mujeres cometidos en el 2016 y, aunque no se tienen datos concretos del presente año, se estima que los números van en aumento.

Más allá de las estadísticas, casi cualquier mujer puede contarnos alguna experiencia propia en la que estando en la calle algún hombre en un vehículo le haya gritado algún comentario obsceno, la hayan tocado mientras camina en un lugar público, algún creativo le hubiese enseñado los genitales y/o perseguido por las calles. Lamentablemente, otras tantas pueden contarnos la violencia que han sufrido en sus relaciones desde el noviazgo hasta el matrimonio, algunas por opresión y sobrecontrol de parte de sus parejas-hombres, y otras por el uso de la fuerza física de parte de éstos.

Por todas esas situaciones los hombres no podemos pedir “piso parejo”. En nuestra sociedad está normalizada la inequidad de género, EL PISO NO ESTÁ PAREJO. Estructuralmente los hombres estamos en una situación de privilegio ante la realidad que viven las mujeres, fijémonos.

Esa inequidad genera, entre otras cosas, un alto grado de violencia en contra de las mujeres, permitiendo que existan sujetos que se sienten arropados por el sistema – violento e impune – para ejercer actos de poder sobre las mujeres, a quienes aprecian como de menor valor.

De ahí que las políticas públicas no sean - ni deban ser - “parejas” como exigen algunas voces, pues la situación social no lo es. El Estado ha requerido de crear comisiones contra la violencia que se ejerce sobre las mujeres, ha legislado en materia de igualdad de género – incluida la tipificación del feminicidio – ha creado centros de justicia para las mujeres e implementado campañas de prevención de violencia contra las mujeres, entre otras cosas. Todas estas acciones persiguen el objetivo de “emparejar” el piso, pues resulta evidente que en nuestro país la realidad que vivimos los hombres no es la misma que viven las mujeres.

Pero la historia no acaba ahí. La responsabilidad no es sólo del Estado, nosotros/as tenemos que participar de estas acciones en nuestro quehacer cotidiano. Nos toca hablar de tema, ser responsables con el uso del lenguaje, visibilizar un sistema que oprime a unas y beneficia a otros, dejar de participar en dinámicas que afectan la dignidad de las mujeres y exigir que se detenga esa violencia generalizada que hoy mata mujeres, no hombres.

Compañero, observa con detenimiento y encuentra aquellas situaciones de desigualdad con las mujeres que te rodean, en la casa, en la escuela, en el trabajo, en la calle. También es de hombres ser solidario, abandonar las prácticas tan interiorizadas que denigran a nuestras compañeras y señalar las de aquellos que las realizan.


Hoy esa es nuestra responsabilidad y debemos asumirla por Feliciana, por Mara, por Lesvy, por Valeria Teresa, por María José, por Nadia, por Berenice Miranda, por Emma Gabriela, por Mile, por Yesenia, por Alejandra, por Daniela, por Merly, por Rocío, por Jésica Esmeralda, por Isarve, por Paulina, por Brenda, por Adriana, por Samai Alejandra y por todas aquellas que son víctimas de la violencia machista.


Guillermo Bolio Riancho
Profesor del Centro Universitario Montejo

martes, 19 de septiembre de 2017

¿Cuántas más?

Feminicidio, muchos hemos escuchado esa palabra. Pero, ¿Qué es un feminicidio? las expresiones femicidio y feminicidio, se originan en la voz inglesa “femicide”, expresión desarrollada inicialmente en el área de los estudios de género y sociología por Diana Russell y Jane Caputi a principios de la década de 1990. En cuanto al femicidio, ha sido definido por la ONU como la “Muerte violenta de mujeres, por el hecho de ser tales” o “Asesinato de mujeres por razones asociadas a su género”.

En nuestro país, el Código Penal de la Ciudad de México, define que, para que un asesinato de mujeres sea considerado feminicidio debe presentarse al menos uno de los siguientes rasgos: Que la víctima presente signos de violencia sexual, se le hayan provocado lesiones degradantes o mutilaciones, que haya habido violencia o acoso previo, el cuerpo de la víctima sea expuesto en un lugar púbico, y/o que la víctima estuviera incomunicada previamente a su asesinato.

En México, siete mujeres mueren asesinadas cada día, pero sólo el 25% de estos casos son investigados como feminicidios (según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio). Desde 2012 hasta el 2016, un alarmante total de 7404 mujeres han sido violentamente asesinadas. Si bien es cierto que la mayoría de muertos por homicidio en México son hombres, el feminicidio deriva del odio relacionado al género de la víctima, lo cual se evidencia con la mutilación de los cuerpos, o con signos de violación sexual o tortura. Además ¿Cuál es el factor que más caracteriza a un feminicidio? La culpabilización de la víctima.

El fin de semana pasado, se dio la noticia de la muerte de una joven de 19 años llamada Mara Castilla. Ella abordó un taxi Cabify para volver a su casa tras salir de fiesta, sin embargo esa fue la última vez que se le volvió a ver. El conductor fue acusado de asesinato y violación a la joven, además de que el gobierno de Puebla le revocó el registro a Cabify para operar en el estado.

Lo curioso, es que Mara había sido parte del movimiento #SiMeMatan, el cual surgió como una respuesta social ante la creciente tasa de feminicidios en el país. En este se protestó acerca de cómo se suelen criticar a las víctimas de feminicidios, y culparlas del ataque. Ella tuiteó el pasado 5 de Mayo “#SiMeMatan es porque me gustaba salir de noche y tomar mucha cerveza...”. Creo que no es necesario mencionar todos los comentarios denigrantes que se han encontrado en sus redes sociales, acusándola de haber bebido la noche de su asesinato. Sin embargo el derecho a la vida es uno que tenemos independientemente de nuestro sexo, raza, religión, acciones, etc. es el derecho más importante de todos, y nadie puede violarlo. Mara no terminó con su vida, ella fue asesinada, y su muerte fue para varios la gota que rebasó el vaso, invitando a muchos a marchar en su memoria en contra de la violencia el pasado 17 de Septiembre.

Es alarmante la cantidad de casos que hemos oído, y parece que las cifras sólo van aumentando en estos últimos meses. Es por eso que quisiera invitar a estar informados y tomar conciencia acerca de lo que está pasando en nuestro país. Un asesinato nunca es culpa de la víctima, sino se definiría como suicidio. No debemos quedarnos callados ante la violencia de género.

Aída Sofía García Ramírez
Alumna de 3° de preparatoria