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miércoles, 11 de octubre de 2017

También por Feliciana…

El pasado domingo 17 de septiembre en varios estados del país incluido Yucatán, las mujeres salieron – otra vez – a las calles a expresar su indignación, en esta ocasión fue con motivo del feminicidio perpetrado en contra de Mara Castilla por un chofer de Cabify. Mientras recorrían las calles gritaban ¡Nos están matando! hasta que las lágrimas y la rabia les ahogaban la garganta.

Sin embargo, la violencia no se detiene. El domingo pasado Feliciana A. fue asesinada por su pareja a balazos en la vecina comisaría de Komchén, los medios de comunicación hablan de “crimen pasional” pero no de FEMINICIDIO ¿es tan invisible la estructura opresora que el machismo mantiene sobre las mujeres en nuestro país?

El caso de Mara, como otros tantos en el país, al volverse mediático generó una vorágine de opiniones en mesas de conversación y redes sociales. Unas exigiendo justicia para la víctima y su familia, otras reclamando la inseguridad que viven las mujeres en este país, algunas más cuestionando qué hizo ella para colocarse en esa situación de riesgo y, por último – pero no escasas – aquellas que exigen “piso parejo” para los hombres cuando se trata de temas de violencia.

De esta última corriente de opiniones surgen ideas como “No todos los hombres matan” “Nuestra vida también vale” “Los hombres también sufrimos violencia” “Si se trata de igualdad ¿Por qué no hay delito de hombricidio?”. Claramente estas opiniones, a veces sin mala intención, parten de un desconocimiento de la realidad social que vivimos.

En una publicación realizada en noviembre del año pasado, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía informó que 63% de las mujeres mayores de 15 años declaró haber padecido algún incidente de violencia, en el período de un año 9.8 millones de mujeres mayores de 15 años fueron agredidas física, sexual o emocionalmente por su pareja, 32% de las mujeres han padecido violencia sexual en algún momento de su vida; entre las mujeres jóvenes de 15 a 29 años, el 10.0% de las defunciones registradas en 2015 fueron por homicidio, en promedio se estima que entre 2013 y 2015 fueron asesinadas siete mujeres diariamente en el país; asimismo, se registraron 2,355 homicidios a mujeres cometidos en el 2016 y, aunque no se tienen datos concretos del presente año, se estima que los números van en aumento.

Más allá de las estadísticas, casi cualquier mujer puede contarnos alguna experiencia propia en la que estando en la calle algún hombre en un vehículo le haya gritado algún comentario obsceno, la hayan tocado mientras camina en un lugar público, algún creativo le hubiese enseñado los genitales y/o perseguido por las calles. Lamentablemente, otras tantas pueden contarnos la violencia que han sufrido en sus relaciones desde el noviazgo hasta el matrimonio, algunas por opresión y sobrecontrol de parte de sus parejas-hombres, y otras por el uso de la fuerza física de parte de éstos.

Por todas esas situaciones los hombres no podemos pedir “piso parejo”. En nuestra sociedad está normalizada la inequidad de género, EL PISO NO ESTÁ PAREJO. Estructuralmente los hombres estamos en una situación de privilegio ante la realidad que viven las mujeres, fijémonos.

Esa inequidad genera, entre otras cosas, un alto grado de violencia en contra de las mujeres, permitiendo que existan sujetos que se sienten arropados por el sistema – violento e impune – para ejercer actos de poder sobre las mujeres, a quienes aprecian como de menor valor.

De ahí que las políticas públicas no sean - ni deban ser - “parejas” como exigen algunas voces, pues la situación social no lo es. El Estado ha requerido de crear comisiones contra la violencia que se ejerce sobre las mujeres, ha legislado en materia de igualdad de género – incluida la tipificación del feminicidio – ha creado centros de justicia para las mujeres e implementado campañas de prevención de violencia contra las mujeres, entre otras cosas. Todas estas acciones persiguen el objetivo de “emparejar” el piso, pues resulta evidente que en nuestro país la realidad que vivimos los hombres no es la misma que viven las mujeres.

Pero la historia no acaba ahí. La responsabilidad no es sólo del Estado, nosotros/as tenemos que participar de estas acciones en nuestro quehacer cotidiano. Nos toca hablar de tema, ser responsables con el uso del lenguaje, visibilizar un sistema que oprime a unas y beneficia a otros, dejar de participar en dinámicas que afectan la dignidad de las mujeres y exigir que se detenga esa violencia generalizada que hoy mata mujeres, no hombres.

Compañero, observa con detenimiento y encuentra aquellas situaciones de desigualdad con las mujeres que te rodean, en la casa, en la escuela, en el trabajo, en la calle. También es de hombres ser solidario, abandonar las prácticas tan interiorizadas que denigran a nuestras compañeras y señalar las de aquellos que las realizan.


Hoy esa es nuestra responsabilidad y debemos asumirla por Feliciana, por Mara, por Lesvy, por Valeria Teresa, por María José, por Nadia, por Berenice Miranda, por Emma Gabriela, por Mile, por Yesenia, por Alejandra, por Daniela, por Merly, por Rocío, por Jésica Esmeralda, por Isarve, por Paulina, por Brenda, por Adriana, por Samai Alejandra y por todas aquellas que son víctimas de la violencia machista.


Guillermo Bolio Riancho
Profesor del Centro Universitario Montejo

martes, 19 de septiembre de 2017

¿Cuántas más?

Feminicidio, muchos hemos escuchado esa palabra. Pero, ¿Qué es un feminicidio? las expresiones femicidio y feminicidio, se originan en la voz inglesa “femicide”, expresión desarrollada inicialmente en el área de los estudios de género y sociología por Diana Russell y Jane Caputi a principios de la década de 1990. En cuanto al femicidio, ha sido definido por la ONU como la “Muerte violenta de mujeres, por el hecho de ser tales” o “Asesinato de mujeres por razones asociadas a su género”.

En nuestro país, el Código Penal de la Ciudad de México, define que, para que un asesinato de mujeres sea considerado feminicidio debe presentarse al menos uno de los siguientes rasgos: Que la víctima presente signos de violencia sexual, se le hayan provocado lesiones degradantes o mutilaciones, que haya habido violencia o acoso previo, el cuerpo de la víctima sea expuesto en un lugar púbico, y/o que la víctima estuviera incomunicada previamente a su asesinato.

En México, siete mujeres mueren asesinadas cada día, pero sólo el 25% de estos casos son investigados como feminicidios (según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio). Desde 2012 hasta el 2016, un alarmante total de 7404 mujeres han sido violentamente asesinadas. Si bien es cierto que la mayoría de muertos por homicidio en México son hombres, el feminicidio deriva del odio relacionado al género de la víctima, lo cual se evidencia con la mutilación de los cuerpos, o con signos de violación sexual o tortura. Además ¿Cuál es el factor que más caracteriza a un feminicidio? La culpabilización de la víctima.

El fin de semana pasado, se dio la noticia de la muerte de una joven de 19 años llamada Mara Castilla. Ella abordó un taxi Cabify para volver a su casa tras salir de fiesta, sin embargo esa fue la última vez que se le volvió a ver. El conductor fue acusado de asesinato y violación a la joven, además de que el gobierno de Puebla le revocó el registro a Cabify para operar en el estado.

Lo curioso, es que Mara había sido parte del movimiento #SiMeMatan, el cual surgió como una respuesta social ante la creciente tasa de feminicidios en el país. En este se protestó acerca de cómo se suelen criticar a las víctimas de feminicidios, y culparlas del ataque. Ella tuiteó el pasado 5 de Mayo “#SiMeMatan es porque me gustaba salir de noche y tomar mucha cerveza...”. Creo que no es necesario mencionar todos los comentarios denigrantes que se han encontrado en sus redes sociales, acusándola de haber bebido la noche de su asesinato. Sin embargo el derecho a la vida es uno que tenemos independientemente de nuestro sexo, raza, religión, acciones, etc. es el derecho más importante de todos, y nadie puede violarlo. Mara no terminó con su vida, ella fue asesinada, y su muerte fue para varios la gota que rebasó el vaso, invitando a muchos a marchar en su memoria en contra de la violencia el pasado 17 de Septiembre.

Es alarmante la cantidad de casos que hemos oído, y parece que las cifras sólo van aumentando en estos últimos meses. Es por eso que quisiera invitar a estar informados y tomar conciencia acerca de lo que está pasando en nuestro país. Un asesinato nunca es culpa de la víctima, sino se definiría como suicidio. No debemos quedarnos callados ante la violencia de género.

Aída Sofía García Ramírez
Alumna de 3° de preparatoria