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lunes, 23 de marzo de 2020




“El que no vive para servir, no sirve para vivir”
-Teresa de Calcuta-

¿Más empáticos o más hipócritas?

Casi toda mi vida he estudiado en colegios Maristas, enriqueciéndome de su filosofía, estilo de vida e ideales, gracias a esto, creo que me he convertido en una persona sensible, empática, y que puede comprender las problemáticas de los demás sin juzgar. Esto es algo que normalmente se espera en los alumnos maristas, ya que como mencioné anteriormente, nos han educado con base en su filosofía, amor y valores. 

Estudiando en el colegio, he conocido a una infinidad de personas, que me han demostrado ser la prueba viva del amor, servicio y empatía, que han estado en todos los grupos apostólicos, que se van a retiros, servicios donde hacen acciones comunitarias, tratan bien a los demás, dan su tiempo y esfuerzo, entre otras actividades. También, me he topado con personas que sólo van por la pose, por aparentar, que dicen ser personas sensibles, pero realmente no lo son. Con este escrito, la intención no es ofender, sino mostrar, que lamentablemente, muchas de las personas con las que convivimos son así. 

Retomando lo que dije anteriormente, no es para ofender, sino para que abramos los ojos, de cuál es nuestra realidad, de cómo hemos dejado atrás ciertos valores básicos, también, hacer mención de la importancia de que seamos mejores personas, siendo más empáticos, tolerantes, respetuosos, etc. Ya que he notado, que tendemos a hacer acciones que más que vayan en contra de la filosofía marista, va en contra del respeto en general, siendo como ejemplo, el siguiente punto.

Los que estudiamos o hemos estudiado en el CUM, sabemos que la cafetería a la hora de los recesos, es un punto de congestión, y, por lo tanto, sabemos, que es ahí cuando todo valor de respeto, igualdad, tolerancia y paciencia, desaparece. Muchos de nosotros, por tener flojera a esperar, nos metemos en las filas, empujamos gente, y nos molestamos si no nos atienden. Reiteradamente me he cuestionado si éste tipo de conductas son las adecuadas, tal vez, para la mayoría puede ser muy común, pero en realidad no es así, ya que, no nos damos cuenta, que el meternos, implica quitarle el lugar a una persona, que no estamos respetando el tiempo del otro, y es así, como vamos fomentando que éste tipo de conductas se vayan normalizando y nos conformemos, en lugar de hacer un cambio.

Otro punto, hace poco fue la peregrinación marista, en donde las escuelas maristas de la ciudad hacemos un recorrido por la virgen de Guadalupe. A muchos nos da flojera, decimos que no queremos ir, nos cuestionamos por qué es obligatorio, entre otros argumentos. Mi pregunta es, nos decimos ser alumnos maristas, pero cuando se nos pide apoyar con algo, o donar de nuestro tiempo, no estamos, nos desaparecemos, pero lo peor de todo, nos ofendemos cuando nos cuestionan el por qué no estamos yendo. El servir no es sólo ir a un pueblo a hacer un retiro, o ir todos los sábados a un grupo apostólico. El servir, es estar presente, es ayudar, es escuchar, amar, pero sobre todo apoyar, y así como uno puede ayudar en los pueblos a personas que no tienen muchos recursos, así uno puede ayudar a su amigo que necesita algún consejo. No seamos de las personas que van a ayudar por aparentar, o sólo para subir una foto a las redes sociales de que están ayudando, ya que, sería algo muy incongruente de nuestra parte que posemos y sonriamos, pero al momento en el que otro necesita algo, no estemos.

Esto, me lleva a concluir lo siguiente, muchos estamos acostumbrados a posar, sonreír para la cámara, e incluso hasta decir que somos parte de un grupo apostólico, y no está mal, lo importante, es realmente tener ese espíritu de ayuda, de servicio, y comprensión. No seamos despectivos entre nosotros, no seamos egoístas y no nos dejemos de apoyar, aprendamos a respetarnos el uno al otro, ayudemos sin mirar a quien, ya que, de esta manera vamos a ir progresando poco a poco, seremos mejores personas, ciudadanos, hijos, padres, hermanos, etc.  Y en un futuro tal vez podamos ser mejores que nuestros antecesores, por lo que, si estamos dispuestos a formar ésta unión, los invito a pagar el precio, a hacer estas pequeñas acciones, que, aunque parezcan tontas o aburridas nos van a formar, ayudar, a ser más empáticos, a vivir más ese espíritu de servicio, que tanto nos han inculcado, y si por alguna razón no te consideras una persona que profesa alguna religión, aun así, te invito a que seas mejor, a que seas más cordial, respetuoso y tolerante. Ya que, todo esto nos va a ayudar, ya sea ahorita o en un futuro, todos somos una comunidad, por lo tanto, debemos de procurarla, respetarla y amarla. Porque si nosotros no vivimos para servir, entonces no servimos para vivir. 

Aranza Rodríguez
Alumna de segundo de preparatoria. 


lunes, 16 de diciembre de 2019




La costumbre de quedarse callado


“Si no soy yo, ¿quién? Y si no es ahora, ¿cuándo?”
-Emma Watson, 2014.
Toda nuestra vida hemos escuchado de derechos humanos, de respeto, de valor y de dignidad; crecimos escuchando que todos somos diferentes pero que eso es algo bueno, que enriquece a nuestra sociedad, que colorea al mundo y que nos ayuda a practicar la tolerancia; nos vendieron la idea de que la empatía es latente y de que la justicia siempre encuentra su camino. La realidad está muy lejos de esta idea. En la sociedad actual encontramos problemas tales como el machismo, la homofobia y el racismo que no hacen más que demostrarnos lo equivocada que es la imagen de la sociedad que se nos enseñó.

A través de este escrito invito a los lectores a adoptar una perspectiva crítica sobre estos problemas, a mirar la parte incómoda, a ver la parte oscura, a conocer a aquella mujer violentada, a aquella comunidad segregada y a aquella raza discriminada. Invito a empatizar y sentir la verdadera injusticia en la piel de otro, a percibir el miedo de aquellos que son humillados, a entender la causa de todos esos suicidios, maltratos y abusos que son resultado de los problemas sociales antes mencionados.

Muchos son los casos de discriminación que vemos a diario, que escuchamos constantemente y que vivimos de forma seguida, casos de personas que han sufrido violencia, humillación e incluso la muerte debido a la costumbre que tenemos de quedarnos callados ante la injusticia, ante la falta de humanidad; gente que sufre porque, como sociedad, hemos permitido que se vulnere a ciertos grupos, que se margine a los diferentes, que sus derechos no sean reconocidos, hemos permitido que se considere menos humanos a aquellos que no se ven como nosotros, que no aman como nosotros, que no sienten como nosotros. Hemos renunciado a nuestra empatía y sensibilidad porque al hacernos ver la realidad y al sacarnos de nuestra burbuja, nos hacen sentir incómodos. Seguimos las ideologías “predeterminadas”, nos basamos en dogmas sin sentido para juzgar, renunciamos a nuestro pensamiento crítico y nos refugiamos en la ignorancia para buscar una paz falsa. Pero al hacer esto… ¿Qué pasa con aquellos a los que dejamos solos? ¿Cómo le pesa nuestro silencio a la mujer que fue violada porque un hombre consideró que su cuerpo no era nada más que un objeto de placer? ¿Cómo le pesa nuestro silencio a la persona homosexual que ya no puede sentir nada más que miedo por la familia que lo rechaza? ¿Cómo le pesa nuestro silencio a la persona indígena a la que no se le brinda la oportunidad de superarse a través de una educación de calidad? Edmund Bunke dijo “Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”. 

“El mundo se sostiene en los puños de aquellos a los que les gusta romper cosas” (Anónimo). Con esta frase invito a todos los lectores a reflexionar sobre aquellos que han sido considerados rebeldes, quienes escribieron la historia y cambiaron el rumbo de la vida, aquellos que entendieron que el silencio no era una opción, personas como Miguel Hidalgo que luchó por la libertad, como Rosa Parks que no se bajó del autobús, como Virginia Woolf que se atrevió a escribir, como Sylvia Rivera que lanzó el primer ladrillo. Personas que deberían ser un ejemplo para nosotros porque se atrevieron a usar su voz siendo conscientes de las consecuencias que esto podría traerles.

Para concluir quiero hacer mención de una de las grandes realidades que enfrentamos en la actualidad; el mundo es un lugar muy ruidoso, y por eso mismo, solo se escucha a quien grita más fuerte.

Guido Canto Escalante.
Alumno de segundo año de preparatoria.

lunes, 18 de noviembre de 2019



“México es un hermoso país, uno de los más hermosos de la Tierra; pero está todavía en construcción y lo que importa es terminar la obra y cuanto antes mejor”. 
Jesús Silva-Herzog, economista y político. 





Cambiar el país en seis años ¿Es posible? 




Me apasiona mi país, hoy escribo porque veo un México con personas que se quejan, un México herido por las faltas cometidas por las autoridades, un país donde ya no quedan más ilusiones por la incertidumbre de un futuro certero. 

No profeso partido político, no estoy en postura de juzgar lo que es correcto o lo que es errado, pero soy una joven mexicana que se ocupa por su país; sé lo que quiero para él; sueño con ver a los mexicanos unidos luchando por sus ideales y no a un país que sólo se queja o se mofa con memes por diversas redes sociales. 

Respondiendo a mi pregunta inicial: ¿Se puede cambiar el país en seis años?  Para muchas personas esto parecería imposible, en un sexenio no se pueden borrar 80 años de ideales políticos y sociales que se han arraigado en él; infinidad de reformas, tantas y diversas metodologías, diferentes procesos socioeconómicos de más de ocho décadas; por lo tanto; resultaría muy complicado creer en un cambio radical en tan sólo un sexenio. 

Llevamos años actuando con el mismo conformismo con el que nos han catalogado países vecinos, porque hemos creído que lo que aparentemente funciona bien, no tiene por qué cambiar, sin embargo, muchas interrogantes quedan al aire sin tener respuestas a ellas, por ejemplo: Primero ¿Qué entendemos los mexicanos al decir “Las cosas funcionan bien”? ¿Podemos hablar de bienestar en el país cuando vemos a un sector de la sociedad que goza de grandes lujos y tres cuartos de población sufre por hambre? ¿Estamos bien cuando cientos de familias viven en condiciones paupérrimas de vivienda? ¿Se puede hablar de tranquilidad cuando salimos a la calle y tenemos la incertidumbre de que regresaremos al hogar? ¿Estamos bien como país sabiendo que en el área de salud los recursos no están bien utilizados? Desde mi punto de vista, lo anterior no es correcto ni justo para ninguna población. 

Ahora bien, nuevamente pensemos en esas situaciones mencionadas e invito a reflexionar nuestro quehacer como ciudadanos. Definitivamente estamos haciendo muchas cosas que no nos ayudan, puesto que las autoridades distraen con cortinas de humo diversas noticias que vienen a ocultar sucesos que los involucran y no los difunden con la verdad. 

¿Por qué a muchos ciudadanos, hace un año, ilusionó la promesa de un cambio? Porque a pesar de muchas circunstancias, en nuestro país viven personas con valores e ilusiones, aún encontramos mexicanos que respetan decisiones y puntos de vista diferentes; que la democracia, a pesar de todo, se hace valer en estos días de angustia. Estoy consciente que el cambio no se va a ver radicalmente, porque, para una metamorfosis total, tienen que pasar días de esfuerzo, meses de tener ganas de querer salir adelante, años de lucha y realmente no sabemos cuánto tiempo tenga que pasar para ello. 

Pero basta de estar burlándonos de lo que sucede, nos debe motivar las ganas de querer salir adelante y construir un México mejor, y justamente, esta es nuestra oportunidad, ¿por qué no imaginar que éste es un buen sexenio para sentar las bases para un futuro cambio y que las próximas generaciones lo puedan vivir? 

No debemos dejar que todo el cambio que queremos recaiga en una sola persona, comencemos nosotros mismos, con nuestra familia y amigos, seamos educados y respetemos la democracia. 

Es que realmente el cambio se puede marcar con acciones muy sencillas, como el saludo cordial, el ser amables, honestos, puntuales, responsables de nuestros actos, amorosos, tolerantes, cuidando lo que tenemos y sobre todo amándolo. Si, porque solo unidos como ciudadanos podemos lograr una reconstrucción de México, un mejor país para todos. 

¡Juntos podemos lograrlo!


Artículo escrito por: Yulissa Mendoza 
Alumna de segundo año de Preparatoria 

martes, 2 de mayo de 2017

Lo Políticamente Correcto

Pareciera que toda base ideológica, reformas colectivas para una evolución humana, tuvieran un ciclo cuyas fases pueden distorsionar el verdadero objetivo de la mismas.
Muchas veces la sociedad se tiene que apegar a un corto radicalismo de ideas porque es “lo políticamente correcto;” y para dar a fondo a este tema me gustaría definir el concepto de igualdad.
La igualdad es una condición  o circunstancia de tener una misma naturaleza, cantidad, calidad, valor o forma, o de compartir alguna cualidad o característica. Es aquello que toda minoría busca dentro de una sociedad, pero, ¿por qué observamos incongruencias cuando llegan a alcanzar la cúspide de su conocimiento?
Por ejemplo, hace una par de semanas atrás asistí a una plática sobre el testimonio de una mujer que hablaba de cómo su hermano, quien sufre de una discapacidad mental y motriz, sufría de una marginación por parte de la sociedad; que cuando caminaban por la calle, la gente seguía su camino pasando a su lado sin decir un “buenos días”; que cuando su hermano sufría convulsiones la gente desde lejos preguntaba si necesitaba algo, entre otras cosas. Al final concluyó con que lo único que quería era que a su hermano no se le tratará como alguien diferente o especial sino como una persona “normal”.
Y usando este ejemplo no tengo como objetivo pintar al mundo de rosa y decir que nuestro trato como seres de una sociedad es igualitario; pero ¿cuando tú caminas por la calle, a todos los que pasan a tu lado les dices buenos días?... Entonces ¿por qué exigir igualdad con acciones que no son igualitarias?
Por otro lado nos encontramos con la marca de moda Benetton que unos meses atrás, publicó su campaña publicitaria de ropa junto con una imagen de una niña caucásica sobre una niña de raza negra, entre otras. Esto causó un revuelo internacional ya que según la sociedad representaba una opresión a la gente de color, por lo que Benetton tuvo que cambiar la imagen invirtiendo la posición de las niñas. ¿Qué acaso esto no se trató de una percepción totalmente subjetiva de la sociedad acerca del racismo y marginación? ¿El hecho de invertir la imagen no se trata también de un caso de lo que se está evitando?; porque hay que aclarar que Benetton es mundialmente conocida por su posición en contra del racismo y la homofobia, y a favor de la adopción entre parejas homosexuales que desde hace más de 10 años se demuestra en sus campañas.
Estos sucesos han llegado a colarse a nuestra normalidad sin darnos cuenta de dos cosas sumamente importantes que están sucediendo simultáneamente. Primero, se están reprimiendo opiniones centralizándose en una sola verdad, o mejor dicho, “en lo que se vería mejor frente a la sociedad”, por lo que esta nos lleva a la segunda que es crear una intolerancia extraordinariamente fuerte.
Pero, ¿qué no acaso la tolerancia y respeto era aquello que comunidades e ideologías como el feminismo, Black Lives Matter, LGBT, entre muchas otras buscaban? ¿Qué acaso no es esto una contradicción de sus fundamentos, de su objetivo?
La misma intolerancia que estas ideologías algunas veces profesan, es lo que causa una marginación inversa.
La tolerancia es un concepto sumamente importante en este tema y fundamento base para el equilibrio entre ambos lados de la balanza. La sociedad debe ser tolerante a las ideas y postulaciones que naturalmente se presentarán a lo largo de nuestra evolución; y las ideologías y comunidades deben ser tolerantes a las opiniones y pensamientos de la sociedad, porque muchas veces no se trata de una contradicción hacia ellas sino de una reciprocidad.
Como conclusión me gustaría mencionar la frase “No es tolerante quien no tolera a la intolerancia” de Jaime Balmes. No se trata de estar en contra de los movimientos de minorías que son sumamente importantes para una mayor aceptación en inclusión dentro de nuestra sociedad, sino seguir con congruencia los objetivos que se profesan, porque al final es para un bien común y no de unos cuantos.
Cambiemos lo políticamente correcto.


Ma. José Álvarez Villanueva
Alumna de 3' de preparatoria