Desde los primeros años de vida de César Quinoa, su familia ha tenido una regla que ninguno de los integrantes de la Familia Quinoa puede romper, a toda comida has de ponerle limón o sal, pero nunca los dos, por lo cual es común escuchar en reuniones familiares la pregunta: “Lo vas a querer ¿con limón o sal?”
César jamás ha entendido esa regla, del porqué sólo se puede usar uno y no los dos ingredientes, la respuesta se le había negado como cualquier receta secreta. - ¡De mi boca jamás saldrá este secreto! - estalló su padre don Benedicto cuál olla de presión cuando César intentó sacar de lo más profundo el porqué de tan singular regla. Ante la respuesta de su padre y su creciente curiosidad, César se propuso descubrir la verdad de ese raro secreto.
Inició con una visita a la casa de la Familia Romero, donde fue recibido por Doña Concha Romero quién dijo: - En esta casa siempre se come con cebolla y cilantro, los dos juntos, nunca separados.- También le manifestó su extrañamiento por la inusual regla de “Con limón o sal”, ya que nunca había oído que alguien separara sus ingredientes.
Desencantado por no obtener una respuesta, decidió visitar a Don Alfredo Pimienta, conocido personaje que ganó fama por organizar enormes comilonas entre sus acaudalados amigos.
- Desde que me uní a mi querida esposa en matrimonio, en esta casa siempre se ha comido con ajo y aceite y aún hoy que mi finada esposa está ausente, en la mesa nunca faltan esos dos.
ingredientes- Dijo Don Alfredo, sentenciando que no poder comer con limón y sal, era una regla fuera de toda lógica de la cuál desconocía su origen.
Ante la respuesta del Sr. Pimienta, César decidió encaminar sus pasos a casa de la Señora Serrano, conocida por su carácter picante. Con cierta timidez, César preguntó - Disculpe, estoy tratando de encontrar la respuesta del porqué en mi familia no se puede comer con limón y sal, o es uno o es otro, pero nunca los dos, ¿Sabe usted algo? - Desconozco el porqué separaron estos dos ingredientes en tu familia, seguramente ha de ser porque algunos deben estar muy salados y porque otros ya tienen el carácter muy agrio- Afirmó Doña Serrano soltando una gran carcajada.
Aunque César ya había avanzado algunas cuadras, se seguían oyendo las risotadas, mientras el empezaba a resignarse a no saber el porqué de comer por siempre con limón o sal. De pronto recordó a Doña Dulce, la amable dueña de la mejor pastelería, y decidió visitarla.
- ¡César, César! ¡Me endulzas el día con tu presencia mi querido César! exclamaba Doña Dulce mientras lo abrazaba y lo llenaba de harina. - Buenas tardes Doña Dulce - dijo César con cierta asombro y prosiguió - Estoy en busca de una respuesta, en mi casa existe una regla que dice que no podemos comer con los dos ingredientes que identifican a nuestra familia, he tratado de obtener la respuesta con mis padres, pero están más cerrados que una ostra. - Enfatizó.
- Lamento que en tu hogar haya una regla así, sin duda algo muy fuerte debió pasar para que se prohibiera juntar dichos ingredientes, desconozco el motivo y no imagino que en mi casa
tuviéramos que separar la canela y el anís, sería el final de esta familia- Fueron las palabra de Doña Dulce que con cierta tristeza regresó a sus hornos y sus masas.
Decepcionado y desanimado, César se fue a sentar a la orilla del río, pensando que la verdad se había esfumado y nunca podría comer con limón y sal, mientras se absorbía en sus pensamientos,
pasó por el lugar Don Olivo, al reconocer a César se acercó silenciosamente y preguntó - ¿Qué respuesta buscas en el fondo del agua muchacho?- César dió un pequeño salto y saludó efusivamente a Don Olivo a quién le dijo: - Necesito saber porque en mi familia no podemos comer con limón y sal, hay una regla no escrita que nos lo prohíbe y necesito saber el porqué.
- Lamento que tengan que someterse a una regla así, no tengo idea de lo que pudo haber pasado, pero creo saber quién te puede ayudar, Doña Coco, la persona mejor informada de la comunidad, no tiene el mejor carácter, pero si, la mejor información- Dijo Don Olivo.
Sin dudarlo, César se puso de pie y encaminó sus pasos hacia la casa de Doña Coco, aquella señora que se encargaba de ponchar balones y regañar niños, cuando César era pequeño.
- Bu-buenas Do-doña Coco, soy César, ¿Me recuerda?- Preguntó César.
- Más bien no te olvido, eras terrible.- Refunfuñó Doña Coco.
- Pues verá, ando buscando una respuesta al porqué en mi casa sólo se puede comer con limón o
sal y nunca con limón y sal y de dónde salió esa regla que no termino de entender, Don Olivo su
vecino, me dijo que usted era la mujer mejor comunicada y por eso me animé a molestarla- Dijo César a una Doña Coco que ya empezaba a fruncir el ceño.
- “Mejor comunicada” una manera muy elegante de decirme chismosa, mmh. pero si, algo hay de eso- Afirmó Doña Coco.- Siéntate, te voy a servir un café bien cargado para que sepas que hay cosas más amargas que lo que vas a oír.-
César se sentó en una silla que amenazaba con tirarlo al suelo, mientras Doña Coco, buscaba la taza menos sucia para servir su famoso café amargo, sacó del estante unas galletas con varios años del olvido y decoradas con algunos gorgojos que luchaban por pasar como chispas de chocolate, afortunadamente, César era alérgico al gluten, por lo que tuvo que bastó sólo con el café sin azúcar.
Una vez sentados, Doña Coco empezó a hablar. - Haz de saber, que es una tradición, que al casarse, cada uno de los novios añada a su nuevo hogar un ingrediente, tu papá Don Benedicto añadió la sal y tu mamá Doña Juliana, aportó el limón, estos dos ingredientes no podían faltar nunca en la mesa de tu casa, la unidad de esos dos ingredientes representa la unidad conyugal de tus padres, un día llegaron a tu hogar los días difíciles, con tantos hijos y con tan pocos recursos, la vida se volvió difícil.
En uno de los momentos de mayor desesperación, tu madre Doña Juliana, dijo a los cuatro vientos - “No es posible estar tan salados y tener tan mala suerte, estoy cansada de tanta sal en mi vida”.- Haciendo referencia a su mala suerte, pero tu padre Don Benedicto, sólo escuchó “Estoy cansada de tanta sal en mi vida” se entristeció y decidió separar su ingrediente, la sal, del limón de su esposa.
Otro mal día, Don Benedicto decía - Los malos momentos me han agriado el carácter como un maldito limón.- Tu mamá, que se iba acercando para decirle que fuera a comer, sólo alcanzó a escuchar “Maldito limón”, se desilusionó y decidió que su limón no estaría más a lado de la sal de su esposo.
Y así, sin decirlo, tus padres empezaron a ofrecer sus ingredientes por separado y poco a poco se convirtió en una regla no escrita y nació el con limón o sal. Como puedes ver mi querido César,
lo que separó los ingredientes de tu casa fueron los malos entendidos que tus padres han cargado por años.- Finalizó Doña Coco.
FIN
Mónica Estefania Terán Luján
Alumna de tercero de preparatoria