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lunes, 21 de marzo de 2022

Talasofobia

 



Aunque el mar este en calma, no significa que no este sucediendo algo en la profundidad   

Jastein Garder. 


El mar muchas veces nos transmite tranquilidad y relaja nuestra mente; el movimiento del mar hipnotiza, genera una sensación de tranquilidad y bienestar que nos da energía, es un espacio sin límites y una vista sin fronteras. Muchas personas ven el mar de una manera bonita, tiene miles de criaturas hermosas, ver el atardecer en la playa es una de las cosas más bonitas del mundo.

El mar también es un misterio, los lugares más profundos y oscuros existen en el mar. Hay muchísimos animales que todavía no son descubiertos, se escuchan ruidos inexplicables y en él suceden muchas tragedias. 

El miedo al mar no sólo es a ahogarse, sino a no saber qué hay en él, a no ver qué hay debajo, a desconocer la inmensidad de este entorno y a no saber qué nos pueda suceder si nos encontraremos nadando, me refiero a la talasofobia, es el miedo a las profundidades del océano.

Tener talasofobia es tener miedo constante a que aparezca un animal marino como un tiburón, una ballena o un pulpo o a ser atacados por un cocodrilo, una piraña, etc., tener terror al pensar que algún ente desconocido nos arrastre de los pies hasta las profundidades del mar o el océano, miedo a que se forme un remolino o un gran agujero marino que nos succione desde abajo sin poder hacer nada para evitarlo, es tener pavor a que debajo de nosotros haya animales enormes que puedan rozarnos los pies. 

En resumen, desconocer lo que hay en el fondo del mar u océano puede causar ansiedad; por esto, las personas que sufren de talasofobia sienten un miedo a las profundidades marinas.

En mi opinión, el mar es un lugar hermoso, estar en la orilla del mar, mojándote los pies mientras escuchas las olas es una de las sensaciones más bonitas de este mundo, es un lugar magnífico para meditar, relajarte y estar en paz, hace que se te olviden todos tus problemas por un momento. Pero toda esa paz desaparece en el momento en el que entro al mar, la ansiedad, el miedo y la angustia me carcome por dentro, mirar hacia abajo y no poder ver mis pies, cuando no puedo sentir el fondo, mis pies y mis brazos se empiezan a cansar y en el momento en el que trato de nadar para salir, una ola me regresa al mismo lugar, cuando algo está rozando mis pies, intento ver que es pero todo esta oscuro, en ese momento piensas lo peor, pudo haber sido un pez pero también un animal enorme que me va a arrastrar hasta el fondo del mar y yo no podría hacer nada para evitarlo, esto es aún peor cuando tu mayor miedo siempre ha sido morir ahogada, el mar no es solamente un lugar en el que te puedes relajar, también puede ser tu peor pesadilla.

 

Nur Corany Loza 

Alumna de segundo año de preparatoria

lunes, 24 de febrero de 2020




El cordero del sendero verde


“Un pastor iba por los umbrales, despreocupado por el camino, era un cruce cotidiano para todos los campesinos que seguían esos andares. A la mitad del recorrido, entre los rebaños, se le aparecieron tres corderos tan blancos como las nubes. El más agraciado de ellos se dejó acariciar la cabeza, tocar las orejas, cepillar su lana, mostraba un apego inmediato a las personas que por ahí pasaban. ¿Quién habría de sentir desprecio por esa tierna criatura? Tenía un toque suave y amistoso, pero no tardó en prenderse de su pastor, impidiéndole moverse, jalando sus ropajes cuando debía seguir su curso. Hubiera podido usar la fuerza, pero un animal tan indefenso no podría haberlo hecho adrede, aunque iba desgarrando su vestimenta y retrasando su camino, el pastor se quedaba en el mismo lugar con dejes de asombro, acariciando al cordero tan blanco como una nube por fuera y ennegrecido por dentro, tal y como la depresión se muestra en nuestras vidas. “ 
                                                                                                                          — Belén Galaz. 


A lo largo de nuestra vida experimentamos emociones confusas, fuertes y arrolladoras. Las primeras veces, las pasamos por alto y continuamos, porque la salud mental no es tan fácil de tratar como un padecimiento del cuerpo, la mayor parte del tiempo, no sabemos que nuestro interior está enfermo y descuidado, hasta que nuestros pensamientos no se concentran en nada más y las actividades que la gente realiza con naturalidad, para nosotros se ven como misiones imposibles y agotadoras, aquellas que se llevan toda nuestra vitalidad. 

Este es un tema considerado un tabú, pues casi nadie se atreve a admitir que necesita ayuda profesional para superar sus emociones, para mantenerse firme y activo, eso es un reto de valientes, y esta generación, necesita muchos de ellos. Es además, en requisito indispensable en la lista de prioridades como lo es educarnos, tener un cálido abrazo de nuestros seres queridos y compartir con nuestros amigos, pues es este el momento en el que tenemos una cita con nuestro propia alma; una relación no menos importante que las demás. 

Pero no solo se puede hablar de pesares, es necesario ofrecer caminos, uno de ellos es la terapia. La terapia mejora nuestro entorno y amplia nuestra mente, nos da visiones de la realidad que no podríamos ver por nuestros propios ojos. En la edad adolescente las enfermedades del estado de ánimo tienen su auge, se mezcla entre nuestras dudas con respecto a la vida, al futuro y quiénes somos en realidad, nos lleva por un sendero tranquilo y lo más peligroso de él, es que se puede disfrazar con cualquier cara agradable, es por esto mismo que a nuestra izquierda, derecha o justo en el interior, podríamos encontrar a alguien vistiendo el filtro de cordero, sin siquiera ser consciente de ello. 

En este mundo tan incierto en el que vivimos, no podemos dar una respuesta definitiva a lo que necesitamos para sentirnos plenos, todos tenemos fórmulas diferentes, porque finalmente, somos un secreto del universo, pero ¿qué es lo que realmente se puede hacer para arreglar el mundo de nuestra cabeza? Hablar, hablarles, hablarnos. Esto no significa aturdir con preguntas a las personas que presentan algún problema anímico, se trata de abrir cuidadosamente una puerta al diálogo por la que el individuo pasará de quererlo, y está en nuestra naturaleza humana querer ser escuchados. 

No me confío solo del diálogo, pues, aunque exista un emisor, no siempre hay un receptor dispuesto, por lo tanto, aquí dejo algunas cosas que ayudan a sobrellevar el día, los atardeceres y las noches. 
  
* Practicar algún deporte que sea de agrado, que ocupe la mente sin representar una carga mayor. 
* Ponerse metas realistas y a corto plazo, de esta manera no tardarán en cumplirse ni serán motivo de decepción ante la espera. 
* Buscar ayuda, ya sea profesional (preferentemente) o de personas con emociones similares porque la empatía y la compresión nos dan la oportunidad de deshacernos de lo doloroso. 
* Escuchar música sin melodías depresivas o alguna pasión artística, esto no tiene la función de hacernos artistas, sino de darnos un modo de expresión más allá del habla. 

En mi experiencia, la depresión es un factor de riesgo astuto y puede presentarse a cualquier edad y con diferentes formas, pero no es invencible, una vez logramos verlo a los ojos, todas sus máscaras se caen y eso nos permite avanzar. No estamos solos, y somos fuertes. 

Para concluir con esta pequeña pieza de mis pensamientos, los invito a cuestionarse su salud emocional, a tener una dieta sana y activa con sus emociones tanto como con su cuerpo, y sobre todo a dar ayuda, no juzgar ni encasillar a la gente, porque nada sabemos de sus diversas situaciones. 
Yo tuve un cordero en mi vida, era fiel siguiéndome a todas partes, empezó pequeño y terminó gigantesco, detuvo mi paso tanto tiempo que no podía acordarme a donde iba antes de estar con él, pero como muchas personas, lucho para mantenerlo lejos, he cambiado de sendero.

 ¿Y tú, tienes algún cordero?


Artículo escrito por: Belén Galaz Basto
                                                                                   Alumna de segundo de preparatoria