NUESTRO MÉXICO RESILIENTE
Hace unos cuantos días me encontraba mirando las noticias acerca de lo que acontecía en el país. En mí detenida apreciación de los artículos no fue de extrañeza el encontrarme con el mismo tópico que suele envolver a estos casos informativos; caos, controversias, crisis, duelos, etc. Meditando un poco más al respecto me di cuenta que, al menos desde que hago uso de mi memoria, siempre ha habido una gran prominencia entorno a las crisis en el país, especialmente, las crisis entre los mismos ciudadanos. Entonces la incógnita surgió en mí cabeza tan rápido como una centella, ¿a qué de se debe todo esto?, ¿por qué siempre reina la crisis y los problemas en México?, ¿será que nunca hemos podido estar de acuerdo los unos con los otros?
Resulta que, en efecto, han sido contadas las ocasiones en las que hemos logrado dirimir, de manera exitosa, nuestras diferencias los unos con los otros.
Estos problemas no son intrínsecos de nuestra sociedad actual, de hecho, parece que todas estas calumnias se remontan desde los primeros años de vida del México independiente. Y es que si fuera a describir esa etapa de nuestra historia usaría únicamente tres palabras: caos, revueltas y problemas, muchos problemas.
Me parece muy interesante señalar ese paralelismo que existe entre la actualidad y aquellos años del México neonatal, pues tanto antes como ahora la vida en la nación ha estado constantemente polarizada, con la única excepción de que, en ese entonces, los dos bandos que estaban en constante conflicto, casi como perros y gatos, eran los tan sonados Liberales y Conservadores. Creo que las formas en la que nos enfrentamos hoy en día, uno cómodamente podría notar cierta reminiscencia entre los problemas del pasado y los del presente, pues, tanto antes como ahora, las partes en disputa tienen la particularidad de jactarse con tener la única y verdadera razón. No me quiero imaginar cómo discutirían Ignacio Comonfort y Antonio López de Santa Anna, vía Twitter, porque uno le presentó al otro el Plan de Ayutla, o los memes jocosos que los imperialistas y conservadores mexicanos harían en base a la estatura de su gran rival, el Benemérito de las Américas, Benito Juárez. Evidentemente son cosas que no suceden en la actualidad, ¿verdad?
Y es que somos muchos los que clamamos acerca de que la situación en el país es alarmantemente precaria, lo que tristemente no es una mentira, pero dando un vistazo en la historia, creo que sería inestimable el considerar que en las aparentes derrotas y desgracias, logramos sobreponernos a la adversidad gracias a los esfuerzos y sacrificios de miles de mexicanos y mexicanas a los que la historia ha olvidado sus nombres. Todos ellos dieron sus vidas, garantes de salvaguardar un futuro mejor en donde, lamentablemente, aún seguimos en constante riña los unos con los otros.
El pueblo mexicano, sin duda alguna, es resiliente en toda la extensión de la palabra.
Pero, ¿de qué sirve tan basta fortaleza si todos los días seguimos en una eterna rivalidad los unos con los otros?, ¿qué valía tiene el sacrificio de miles de mexicanos si en cada mañana nos juramos el odio solo porque a algunos les gusta el verde, a otros el amarillo y a unos poco más el azul? No busco una utopía, pero busco un país en donde día con día seamos mejores amigos, mejores hermanos, mejores padres, mejores maestros, mejores alumnos, mejores ciudadanos y mejores mexicanos.
Exhorto a todos los mexicanos y mexicanas para que en este mes patrio meditemos sobre nuestra historia, desarrollemos un pensamiento tanto crítico como analítico e, indistintamente de nuestras discrepancias, fomentemos, tanto en nuestra vida personal como en la colectiva, estas ideas de respeto y tolerancia en pos de la búsqueda de un bien para las generaciones futuras, respetando nuestras libertades individuales y queriendo servir como un ejemplo positivo ante el resto del mundo. Esto acompañado de valores como los que San Marcelino, Jesucristo y Nuestra Buena Madre nos enseñan: Humildad, Sencillez, Modestia, y sobre todo, el amor a los demás.
Diego Emilio Blanco Flores.
Alumnos de tercer año de preparatoria.