Memento mori.
Recuerda que morirás, beyond the time.
La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme siempre estaré contigo
-Isabel Allende-
La muerte es algo inescapable, un trámite que sin importar cuánto se le tema y cuanto se le evada, eventualmente te alcanza. Si la vida es una larga carrera, la muerte es la meta y el rendirse. Es una realidad triste y cruda por la cual todos tenemos que afrontar eventualmente en unos años tus padres, tus amigos, tus hermanos y tú morirán. La muerte es un pensamiento que es objeto de obsesión ante la cultura occidental; la frase “le tengo miedo a la muerte” es muy común y al mismo tiempo existe la fascinación con el infierno y el vacío ateo son producto de dicha obsesión.
Sin embargo, ¿qué relación tiene todo esto con el mundo moderno? Como mencione al inicio, tenemos una obsesión cultural con la muerte. Mírese el culto a la santa muerte, una veneración extremadamente popular en México hacia esta figura a la cual se le atribuyen características de justicia y honradez. Esta obsesión, en mi opinión, es dañina para el hombre puesto que le impide vivir su vida plenamente. Es una visión, que desemboca en el nihilismo el cual lleva al hedonismo y el egoísmo haciendo al hombre no muy distinto de un simple animal. Hombres ilustrados como los filósofos griegos entendieron que preocuparse por la muerte era un sinsentido y, en su lugar, prefirieron reírse en su cara y vivir.
La muerte es algo que debemos de afrontar y entender que el enemigo no es ella, sino alguien que la acompaña, el olvido. Citando a Marie Laurecin en su poema El sedante: “peor que solo, exiliado. Peor que exiliado, muerto. Peor que muerto, olvidado”. La muerte es inevitable, pero el olvido no. Es ahí donde radica nuestra lucha, no en contra de un proceso natural sino contra algo que está en nuestro control, el impacto que dejamos en el mundo, la trascendencia. El ir más allá del mundo terrenal y convertirse en parte del reino de las ideas es algo a lo que creo que todos deberíamos de aspirar. Un hombre muere no cuando exhala su último aliento, sino cuando la última memoria de este es olvidada
Es una idea que puede sonar descabellada, pero en realidad la trascendencia es un deseo latente en todos nosotros. Me gustaría hacer notar cómo es que las grandes religiones se basan en que al final la vida se perpetúa de diferentes maneras: el cielo para los cristianos y judíos, el Yanna para los musulmanes, Moksha y la liberación espiritual para los hinduistas, nirvana para el budista, etc. La verdad es que la humanidad anhela la trascendencia de manera instintiva e inconsciente.
Es aquí donde surge otra pregunta; una más compleja ¿cómo puedo yo alcanzar dicha trascendencia? La trascendencia es algo que debemos alcanzar durante nuestra vida. Grandes pensadores como los filósofos griegos, o los pensadores de los siglos XIX y XX como Frederick Nietzsche, Albert Einstein, Virginia Woolf, Marie Curie; o los grandes artistas como Shakespeare, Mozart, Da Vinci; grandes líderes como Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela; etc. Estos son sólo algunos ejemplos de los miles de hombres y mujeres cuyas memorias viven preservadas en la cultura del mundo; hombres cuyas voluntades y vidas persisten ante el paso del tiempo, resistiendo el trágico destino que es el olvido. Aunque, si ellos fueron personas excepcionales, su trascendencia es algo que todos podemos alcanzar.
La trascendencia es cuestión de una simple cosa, conexiones. Son éstas las que harán tu memoria duradera. Son las conexiones las cuales facilitarán tu camino en la vida, y es por medio de ellas que dichos grandes hombres lograron ser recordados como son ahora. Un hombre que no tiene conexión es un hombre que no puede ser recordado ya que, sin estas, no logró nada y no hay razón por la cual debe de ser recordado. Incluso el hombre infame alcanza esa trascendencia por medio de las conexiones que los llevaron a dicha infamia.
A lo que quiero llegar es que es de poca importancia el hecho que vamos a morir. Lo que importa es vivir la vida de manera plena, haciendo dichas conexiones porque, de la misma manera que ellas nos permiten hacer grandes cosas, nosotros les permitimos lograr grandes cosas a dichas conexiones. El por qué se quiere ser recordado es cuestión que tiene cada uno que descubrir. El mismo nihilismo que puede ser tan dañino y que dicta que la vida no tiene sentido, irónicamente también dicta que es cuestión de cada quién darle un sentido a su vida.
Eventualmente, si el hombre aprende a afrontar la muerte con orgullo y reírse de ella en la cara, sabiendo que vivió una vida donde su legado persiste, una vida que se le dio un sentido y una donde hizo una miríada de conexiones, quizás y sólo quizás, podremos ir más allá del tiempo.
Eduardo Robledo
Alumno de segundo año de preparatoria
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