Consejos para convertirnos en reguladores de nuestro ambiente
“Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo.”
-Leo Tolstoy
La mente humana trabaja con una capacidad inconmensurable. Sin embargo, hemos crecido creyendo que las habilidades cognitivas de los individuos son determinadas genéticamente y que está más allá de nuestras posibilidades el ir incrementándolas.
No obstante, gente como Jim Kwik, que tardó dos años más que le resto de sus compañeros en aprender a leer tras haber sufrido de daño cerebral como consecuencia a una caída en el jardín de niños a los cinco años, y que actualmente es reconocido como uno de los mayores expertos a nivel mundial en lectura rápida, mejora de la memoria, rendimiento del cerebro y aprendizaje acelerado, son prueba viva de la falsedad en las creencias que giran en torno al desarrollo intelectual.
Distintos estudios realizados en los últimos 20 años sobre el cerebro y su funcionamiento han llegado a la misma conclusión: hemos estado subestimando enormemente su potencial y poder. La principal razón que da lugar a estas creencias es que constantemente nos imponemos limitaciones inexistentes al creer que nuestra inteligencia, nuestra capacidad mental y nuestra memoria son habilidades fijas que no se pueden pulir a lo largo de nuestra vida.
Jim Kwik ha dejado en claro que todos tenemos la capacidad de desarrollar nuestro cerebro, pero que aún no sabemos cómo hacerlo. Asimismo Jim ha desarrollado para ayudar a potenciar nuestras aptitudes un sistema de optimización de las habilidades cognitivas, en el que firmemente enfatiza en la necesidad de olvidarnos de todo lo que creemos saber, para así, poder dar lugar al verdadero aprendizaje.
Uno de los principales requisitos para un mejor aprendizaje es el de participar activamente, ya que el cerebro no aprende simplemente con el consumo de la información, sino que con la creación de la información, que se da al hacer preguntas, tomar notas, etc.
Por otra parte, la clave para desarrollar una mejor memoria es poder combinar la información recibida con la emoción percibida. Partiendo de esta premisa se llega a la conclusión de que el estado de ánimo que tengamos al momento de entrar en contacto con la información será un factor determinante de nuestra capacidad de retención de esta. Por lo que, antes de poder aspirar a tener un control sobre nuestra capacidad para aprender, es necesario contar con cierto autocontrol para saber reaccionar de la manera adecuada ante las distintas situaciones que se pueden presentar en la vida diaria.
De acuerdo a la manera en la que los individuos se relacionan con su entorno y se ven influenciados emocionalmente por este, pueden ser catalogados dentro de dos grupos. Por un lado, se encuentran las personas con comportamientos similares a un los de un termómetro, ya que, de la misma manera en la que un termómetro reacciona y refleja las condiciones del ambiente; el estado emocional de las personas se ve afectado por el contexto en el que se encuentren, ya sea el clima, la forma en la que nos tratan, los problemas escolares, entre otros.
Por otro lado se encuentran las personas cuya relación con el entorno puede ser simplificada como la de un termostato, que establece un objetivo y una visión que se aplicará en el entorno y lo cambiará, sin permitirse ser influenciado superficialmente por los problemas que lo rodean.
Ante el contratiempo que significa vivir en un mundo cuyos problemas, tanto políticos como ambientales, están calentándose constantemente, surge la necesidad, hoy más que nunca, de contar con gente que esté dispuesta a comportarse como un termostato para poder lograr un cambio verdadero, enfriando los problemas del mundo actual; gente capaz de superarse constantemente, aunque para esto se requiera ir en contra de la corriente de las expectativas y limitaciones que les sean impuestas; gente que aplique lo adquirido para cambiar al mundo, después de haberse cambiado a sí mismos. Cuando este espíritu de autorrealización y cooperación se vuelva un ideal en la sociedad, lograremos tomar las riendas de nuestro futuro y encaminarnos en la dirección que se desee, dejando un progreso fructífero en nuestro camino.
Francisco Antonio Menéndez Gómory
Alumnos de segundo año de preparatoria
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