lunes, 14 de febrero de 2022

Cuento corto: Mis ángeles guardianes.

 



Mis  ángeles guardianes



Todo fue tan rápido… Aún recuerdo cuando podía oler los croissants salidos del horno, a Joseph siempre le gustó hornear. Siempre cuando horneaba pan, lo acompañaba para repartirlo en nuestra bella comunidad de La rue des Rosiers de París, un estrecho callejón de apenas 5 cuadras en el viejo barrio del Marais. Jamás me imaginé ver a mi hermosa y elegante Francia siendo derrotada por un país malvado llamado Alemania. Era 1940 cuando me pidieron portarme una estrella que yo conocía como “La estrella de David”, lo se porque mamá siempre me contaba sobre el gran Rey David, el rey de los judíos e hijo amado de mi Dios Yahvé. Recuerdo que ese día me pusieron la estrella de David con mi nombre cosida a mi uniforme, cuando salía, las personas ya no me miraban igual, me miraban con desprecio, a mi no me importaba, yo portaba orgullosamente mi estrella de protección como símbolo de paz. En unos meses todo fue más repentino, yo lo sentí como si solo hubieran pasado unos días. Era cerca de navidad cuando de la nada llegaron unos monstruos, hombres gigantes de ojos azules y cabellos como cual oro, portaban unos símbolos que jamás había visto en el libro de nuestra religión, el Torá, tenían rostros muy enojados y llegaron a mi casa interrumpiendo mi cena gritando en un idioma extraño con armas gigantescas, no entendía lo que pasaba, solo recuerdo que me separaron de mis padres y nos llevaron a mi y a Joseph a un enorme vagón, tan solo tenía 6 años. Joseph me dijo que no me separara de él en ningún momento, mis padres me dicen que los ángeles no existen, que son seres místicos, pero mi amigo Maurice que es católico, me dijo que son hermosos seres de luz que nos protegen del mal y que cada persona tiene a su ángel guardián, suena hermoso, desde que lo escuché siempre dije que Joseph era mi ángel guardián, es mi hermano mayor y el siempre me cuida ya que es 8 años más grande que yo. Traté de hacerle caso, lo juro, pero esos monstruosos señores gigantes me alejaron de él. Me llevaron con otras niñas y mujeres que no conocía, al parecer era de las más chicas en edad, solo ví a una niña de 3 años agarrada de la mano de su mamá. Me subieron a otro enorme tren y nos llevaron a un lugar que no conocía, si no fuera por los monstruos gritones me gustaría. Aún estábamos en invierno, nos bajaron del tren y recuerdo que estaba helada como una paleta de hielo. Todos estaban distraídos, asustados y los monstruos no dejaban de gritar como siempre, antes me daba miedo pero creo que ya me había acostumbrado, yo solo seguía a las demás pero volteo y… una niña, una niña me estaba llamando se veía como de unos 13 o 14 años de edad, pensaba ¿Quién es esa niña? Me agrada ¿Será alguna señal de Yahvé? ¿Me dejarán los monstruos ir con la niña? ¿Y si me atrapan, me comerán? Los monstruosos señores alemanes estaban ya de mal humor y yo estaba ya enojada con ellos por que me habían separado de mi familia, pero aun me daban mucho miedo, quería que todo fuera como antes, así que cuando vi que no había nadie salí corriendo hacia la niña, ella me agarró la mano y me llevó hacia una casa, subimos las escaleras y ella con una seña en la cabeza entendí que quería que la ayudara a mover un enorme librero que llevaba a unas escaleras secretas. ¡Yo estaba maravillada! ¡Un cuarto secreto! !Nunca había estado en uno! ¡Creo que encontré otro angelito guardián que me va a esconder de los monstruos gigantes! Me empezó a hablar con un lenguaje muy suave, era muy bonito, no lo entendía pero sonaba un poco a mi francés. Creo que la niña me estaba presentando con su familia, se veían personas muy amables y gentiles, para mi eran mi milagro, no quería estar con los monstruos, como dije antes, mis angelitos salvadores. Solo recuerdo que la niña se llamaba Anna, su hermana llamada Margot, a los señores Otto y Edith Frank, un dentista judío y otras personas más. Yo solo dije mi nombre, Brigitte Rosenberg, uno de esos señores hablaba francés y poco a poco me enseñó su idioma. Aunque no salía mucho, me sentía a gusto, con una familia que me quería, no eran ni Joseph ni mis papás, pero el señor Otto me trataba como una hija más. Los años fueron pasando y sentía que mi familia de angelitos guardianes estaba cada vez más preocupada por los monstruos de afuera. Casi siempre escuchaba a Ana pelearse con una de las señoras, no recuerdo su nombre, pero siempre veía que le hacía la vida imposible a Ana, después de las peleas, ella se iba al cuarto a escribir, no se que tanto escribía, pero gracias a ella empecé a mejorar mi lectura y escritura. Un día Ana estaba muy molesta, agarró su pluma y una hoja y mencionó en voz alta mientras escribía “Cuando escribo, puedo deshacerme de todos mis problemas”, al terminar la frase, se dió cuenta que la estaba observando, le pregunté que tenía, sino era ella feliz, al estar a

salvo, yo era feliz en mi pequeña habitación con ella, entonces ella me miró y me preguntó:

-¿Cuándo fue la última vez que saliste?

-No lo recuerdo- respondí- no entiendo cómo es que no eres feliz aquí, aquí estamos a salvo.

-No me juzgues, sino considérame simplemente como un ser que siente a veces que la copa desborda, tenías solo 6 años cuando viniste a nosotros, no quieres salir por que tienes miedo al igual que nosotros de que nos atrapen, pero el mejor remedio para los que tienen miedo, se sienten solos o infelices, es ir fuera, a algún lugar donde puedan estar tranquilos, solos con los cielos, la naturaleza y Dios. Porque solo entonces uno siente que todo es como debería ser. Mientras puedas mirar al cielo sin temor, sabrás que eres puro por dentro, y que, pase lo que pase, volverás a ser feliz, verdaderamente feliz.

 

 

Jamás olvidaré esa conversación.

 

Todo era un hermoso sueño para mi, hasta que en Diciembre de 1944, nos descubrieron los monstruos. Ana y su hermana Margot y yo fuimos transferidas campo de concentración de Bergen-Belsen cerca de Celle, en el norte de Alemania. Me habían arrebatado a parte de mi familia. Pero lo importante es que Ana, Margot y yo seguimos juntas como hermanas. Nunca entendía lo que pasaba, pero las horas durante los días allí se me hacían eternos. Admito que era muy miedosa, pero la habitación fue todo para mi, fue mi mundo, pero cuando Ana murió al igual que Margot de Tifus, entendí que ahora si me lo habían quitado todo de nuevo, a los 10 años que tenía, ya había perdido toda esperanza… estaba sola de nuevo. Ya estaba cansada, el doctor de allí me dijo junto con los monstruos que estaba empezando a enfermar gravemente. Rezaba cada día, pero la noche del 14 de Abril le supliqué a Yahvé un milagro, un pequeño angelito guardián, ya no quería sentir miedo. Fue una mañana del 15 de Abril, cuando unos nuevos ángeles soldados caídos del cielo acudieron a mi auxilio, eran soldados británicos. Al liberarnos lo primero que hice fue mirar al cielo, jamás lo había visto tan hermoso, sereno e inmenso... Ana, mi hermosa hermana angelita guardiana, siempre tuviste razón, al ver al cielo, comprendí lo que era la verdadera felicidad...



Cuento corto escrito por María José Moreno Ludwig.

Alumna de tercer año  de preparatoria.

martes, 8 de febrero de 2022

La teoría de las medias naranjas.

 


La teoría de las medias naranjas

“Tienes que ser tú el mejor juez de tu propia felicidad”

Jane Austen


Las personas que viven en sociedad están acostumbradas a tener la necesidad de tener una pareja, o a una determinada edad empieza la presión para cumplir toda clase de expectativas románticas, y por ende, nos obligamos a seguir en relaciones en las que a veces no queremos estar.

Para las personas el amor no es sólo un principio, igual es una necesidad, y no me refiero al amor de familia o amigos, sino al amor romántico, ese que vemos en las películas, en las series y leemos en las novelas. Existen fuertes estereotipos en el que las personas creen que el amor son sentimientos fuertes, en donde se llora, hay pasión, se sienten mariposas en el estómago, existe una ilusión de siempre estar con la otra persona, y tal vez existan todos estos sentimientos, pero para una relación no sólo se necesita esta idea de amor, ya que puede que no sea suficiente para llegar a la felicidad, las personas debemos autorrealizarnos por completo para llegar al máximo potencial de la supuesta felicidad.

Debemos aprender que la pareja no es lo más importante, ni una necesidad, sino es un complemento de la vida. Cuando tenemos una pareja no debemos buscar medias naranjas que nos completen, porque nosotros no somos una naranja incompleta, somos una fruta completa que le gustaría ser acompañada por otra fruta tal vez diferente o tal vez igual, no sabemos si será una fruta, una verdura o un frijol o hasta una planta, pero en todos los casos será algo extra, un complemento que en muchas ocasiones podamos vivir con o sin ese extra.

Los seres humanos debemos ser felices individualmente y luego agregar a un complemento, sin embargo, lo que este complemento debe de darnos es paz, apoyo, seguridad y con ello nuestra felicidad será total.

Paulina Arango 

Alumna de tercero de preparatoria