Seguro, protegido, pero solo
La realidad ha cambiado y no tiene fecha para volver a como era antes. Hoy, nuestra mayor protección contra la enfermedad que reside en el exterior son cuatro paredes de aislamiento social. Los que tenemos la oportunidad, nos despertamos, estudiamos, trabajamos, comemos y hacemos prácticamente todo desde nuestras casas, porque es la mejor manera de salvaguardar la vida. Sin embargo, estas mismas cuatro paredes son las responsables de generar un gran daño, muchas veces imperceptible, a la salud emocional.
El aislamiento puede tener graves consecuencias. La depresión, ansiedad, estrés y afectaciones similares se ven como algo aterradoramente común cuando la monotonía de una rutina nos atrapa y las palabras y gestos afectivos de un ser querido nos hacen falta. Durante mucho tiempo se nos ha señalado la importancia de relacionarnos con otras personas, desde la Antigüedad vemos las palabras de Aristóteles que muestran al hombre como un ser social, y en épocas más recientes vemos estudios e investigaciones realizadas por Harvard que nos hablan de la importancia que tienen los vínculos afectivos para la felicidad humana, todo para decirnos una simple verdad, como concluye el Doctor José Antonio Lozano Díez, de la Universidad Panamericana: “La soledad mata”.
Palabras muy sencillas, pero con mucho valor. Ciertamente por las condiciones actuales ese paseo de domingo por la plaza, esa visita a la casa de un amigo, esos “buenos días” intercambiados en la escuela o en la oficina que antes dábamos por sentado ya no están dentro de nuestras posibilidades, pero estas cuatro paredes no son y no deben ser una prisión en la que nos desconectemos del mundo. No nos acostumbremos a estar solos, mucho menos en una época con tantas herramientas para entablar la comunicación.
Por supuesto, para aquellos afortunados que viven con alguien más, es más accesible el compartir este tiempo y sentirse conectado a otra persona, pero no es la única manera. Un mensaje de texto, pero en especial una video conferencia o una llamada telefónica, pueden lograr grandes avances cuando queremos romper este gran silencio que muchas veces nos pesa al estar confinados. No es difícil, lo prometo. Solo basta con una buena intención, seamos propositivos y rompamos esas paredes haciéndole una llamada a ese amigo o familiar que tiene tiempo ya que no contactamos. Es más, les puedo ayudar un poco: empieza con un “Hola, ¿Cómo has estado?”, y ya tienes la mitad del trabajo listo.
No dejemos que la indiferencia gane, porque es capaz de acabarnos. Adaptémonos a esta realidad y tomemos la iniciativa de hablar con los demás. Así que dime, ¿Cómo has estado?
Rodrigo Arjona García
Alumno de tercer año de preparatoria