lunes, 22 de marzo de 2021

 


Seguro, protegido, pero solo


La realidad ha cambiado y no tiene fecha para volver a como era antes. Hoy, nuestra mayor protección contra la enfermedad que reside en el exterior son cuatro paredes de aislamiento social. Los que tenemos la oportunidad, nos despertamos, estudiamos, trabajamos, comemos y hacemos prácticamente todo desde nuestras casas, porque es la mejor manera de salvaguardar la vida. Sin embargo, estas mismas cuatro paredes son las responsables de generar un gran daño, muchas veces imperceptible, a la salud emocional.


El aislamiento puede tener graves consecuencias. La depresión, ansiedad, estrés y afectaciones similares se ven como algo aterradoramente común cuando la monotonía de una rutina nos atrapa y las palabras y gestos afectivos de un ser querido nos hacen falta. Durante mucho tiempo se nos ha señalado la importancia de relacionarnos con otras personas, desde la Antigüedad vemos las palabras de Aristóteles que muestran al hombre como un ser social, y en épocas más recientes vemos estudios e investigaciones realizadas por Harvard que nos hablan de la importancia que tienen los vínculos afectivos para la felicidad humana, todo para decirnos una simple verdad, como concluye el Doctor José Antonio Lozano Díez, de la Universidad Panamericana: “La soledad mata”.


Palabras muy sencillas, pero con mucho valor. Ciertamente por las condiciones actuales ese paseo de domingo por la plaza, esa visita a la casa de un amigo, esos “buenos días” intercambiados en la escuela o en la oficina que antes dábamos por sentado ya no están dentro de nuestras posibilidades, pero estas cuatro paredes no son y no deben ser una prisión en la que nos desconectemos del mundo. No nos acostumbremos a estar solos, mucho menos en una época con tantas herramientas para entablar la comunicación.


Por supuesto, para aquellos afortunados que viven con alguien más, es más accesible el compartir este tiempo y sentirse conectado a otra persona, pero no es la única manera. Un mensaje de texto, pero en especial una video conferencia o una llamada telefónica, pueden lograr grandes avances cuando queremos romper este gran silencio que muchas veces nos pesa al estar confinados. No es difícil, lo prometo. Solo basta con una buena intención, seamos propositivos y rompamos esas paredes haciéndole una llamada a ese amigo o familiar que tiene tiempo ya que no contactamos. Es más, les puedo ayudar un poco: empieza con un “Hola, ¿Cómo has estado?”, y ya tienes la mitad del trabajo listo.


No dejemos que la indiferencia gane, porque es capaz de acabarnos. Adaptémonos a esta realidad y tomemos la iniciativa de hablar con los demás. Así que dime, ¿Cómo has estado?


Rodrigo Arjona García

Alumno de tercer año de preparatoria

jueves, 18 de marzo de 2021

“Morir es nada cuando por la patria se muere”

 


“Morir es nada cuando por la patria se muere”

 


“Morir es nada cuando por la patria se muere”, estas palabras fueron escritas por José María Morelos en una carta para su hijo, unos días antes de ser fusilado.

Una frase muy fuerte y con un significado bastante patriótico, la cual nos hace imaginar aquellos días en los que se luchó por los derechos de nuestro país, de nuestra gente. Días en los que personajes como Miguel Hidalgo, José María Morelos, Vicente Guerrero, Leona Vicario, Josefa Ortiz y otros, entregaron todo de sí mismos para asegurar un futuro en el cual cada uno de los mexicanos fuera dueño de su libertad. Un futuro en el que la palabra “México” fuera sinónimo de “Familia”. En el que nuestro himno, nuestra bandera y nuestro escudo funcionaran como refugio y resguardo para todo aquel que los portara con orgullo.

 

Pero ¿ese es nuestro México?, ¿ese es el México en el que vivimos?, ¿ese es el México que hemos construido?

Tristemente, la respuesta es no.

 

La realidad es que en la actualidad vivimos en un México que no conoce ni de unión ni de libertad, y lo vemos en el descontento social emitido por los diferentes grupos que son relegados al silencio, al delito y a la pobreza. Grupos que han sido marginados, vulnerados y asesinados. Los cuales el día de hoy alzan la voz, piden justicia y exigen respeto. 

 

No es secreto que nuestro país clasifica a las personas en humanos y subhumanos, nos basamos en criterios como el género, el color, la orientación sexual, el dinero y la educación, y nos envolvemos en un juego de poder en el cual, sin ningún tipo de duda, gana aquel que tiene más privilegios. Porque en este país nuestros gobernantes se aseguran de que cada oportunidad de justicia sea válida únicamente en teoría, nunca en práctica. Aunque no podemos culparlos, ellos fueron criados en la sociedad mexicana que todos hemos creado a través de nuestras acciones y palabras. Una sociedad en donde el clasismo, racismo, homofobia y machismo son los principios morales regentes. En donde la gente se sirve de la hipocresía y doble moral para juzgar todo aquello que “no le parece”.

 

Vivimos en un México en el que las señoras cantan las canciones de Juan Gabriel y Chavela Vargas, pero condenan sus orígenes LGBT+. En el cual el único crimen de Elizabeth Montaño fue ser trans y en el que la bandera alrededor del cuerpo quemado y torturado de Javier Pérez no era motivo de orgullo. Un México en el que tomamos la pintura y personalidad de Frida Kahlo para hacer alarde a nivel internacional, pero nos olvidamos de sus ideales activistas y feministas.

 

Vivimos en un México que ataca a Yalitza Aparicio, una de nosotros, porque voló alto, pero que se agarra de su color de piel, sus facciones, su origen y su lengua para hacerla menos, sin darse cuenta de que, al menospreciarla a ella, se menosprecia a sí mismo.

 

Vivimos en un México en el que se venera la maternidad, pero se repudia a la mujer. Una sociedad que considera que las palabras “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?” de la Virgen de Guadalupe constituyen la máxima expresión de amor materno, pero que, al mismo tiempo, odia a Yesenia Zamudio por quemar y romper en nombre de la hija que le fue arrebatada.

En el que la gente no conoce la Historia ni se toma en serio los Símbolos Patrios, pero que habla de respeto al patrimonio cuando una feminista raya una pared, exigiendo que la cifra de 10 feminicidios diarios baje. En donde las luchas sociales representan burlas, memes, juicios y críticas, pero no reflexión ni cambio en el pensamiento colectivo.

 

Vivimos en un México que tiene tantas cosas que arreglar, pero con tan poca gente capaz de darse cuenta. Un país cuyo legado se constituye de muerte, miedo, inseguridad e ignorancia, pero que no tiene la voluntad de cambiar. Entonces como ciudadanos, como mexicanos, nos toca informarnos, analizar y preguntarnos:

¿Es esta la patria por la que quiero morir?

 

 

Guido Canto Escalante